Leonora Carrington: las manos del tiempo, el mito y la fantasía

Por: Mariame Reyes

Por: Mariame Reyes

«Una vez que cruzas la frontera y llegas a México,
sientes que estás llegando a un lugar embrujado”
-Leonora Carrington

¿Quién es la mujer detrás del espejo? ¿Existe un mundo entre el aquí y el allá? ¿Hasta dónde las pinturas pueden reflejar la realidad de los sueños no realizados en la infancia?

En el mundo del arte, servida la mesa entre los “dementes” surrealistas siempre hubo sitio en la mesa para ella. Leonora Carrington (1917-2011) a la edad de 18 años decidió alejarse de su vida burguesa tradicional inglesa y victoriana. Si preguntáramos a la artista ¿qué vio durante su vida?, podría seguramente respondernos con sus vivencias en grandes acontecimientos para la Historia: estudiar en Italia al ser expulsada de varias escuelas tradicionales inglesas, moverse a Francia, conocer a Max Ernst, huir de la Guerra Civil Española y el nazismo para llegar a Nueva York en los años 40s para después llegar a una tierra verde y misteriosa llamada México, hilo rojo que une la historia de los exiliados de la guerra europea.

Una descripción curiosa sobre Leonora realizada por el escritor exiliado Victor Serge recuerda:

31 de agosto de 1943. Velada surrealista. (…) Leonora Carrington, a quien le han dicho que se parece a Carlos I en el retrato de Van Dyck pero en una versión femenina, suave, dura y loca. Una nariz ligeramente respingada, ojos oscuros, intensamente ardientes, llenos de seguridad e inquietud, manifiestamente esquizofrénicos. (…) Hace dibujos locos a la aguada, fragmentos de paisaje flotando en islas, prendas de mujer colgadas en el cielo o en el vacío, animales desollados, manos esparcidas aquí y allá, figuras de pesadillas y sueños dibujadas con pluma fina entre verdes frondosos y amarillos y claros verduras; todo lleno de pequeños y largos escritos en los que sólo leo que el universo es el resultado de acoplamientos de la nada. Uno de los dibujos, en la pared, está además al revés, y todos coincidimos en que hay que darle la vuelta una vez cada quince días.

Una mesa que rememora a la hora del té de Alicia en el país de las maravillas, una mujer-niña atrapada en un mundo de adultos que ensoñaban la revolución y el cambio ante la catástrofe de la época. Leonora exploró el surrealismo como un lenguaje propio para capturar a un tiempo cargado de simbolismos silenciosos que buscan huir de toda racionalidad fría en una época que idolatra la técnica y el lenguaje pragmático-teórico.

Podemos leer y releer cualquier leyenda dentro de sus cuadros, fruto de interpretaciones desarrolladas a lo largo de su vida con los temas que fascinaban y frustraban, como el personaje perdido entre la niña en busca de la ensoñación y la bruja dramática adulta en busca del cuento en el cuerpo artístico y literario, explorando las imágenes de su memoria, los símbolos de los cuentos de la infancia y el realismo mágico de un país que vive atrapado en el tiempo eterno donde vida y muerte se desdibujan bajo un mismo territorio de distintas cosmovisiones.

Carrington explora a profundidad técnicas artísticas que sobrepasaron el pincel, fusiona de forma constante el misterio de la mente, los sueños y la alquimia como forma material para interpretar la realidad. En México no solo añoró de forma constante volver a Inglaterra, sino que se atrevió a desentrañar la secreta visión Tzotzil e indígena del país que la arropo.

A diez años de la ausencia de Leonora, ¿sabremos la respuesta del tiempo dentro de su mano, como bordadora del rito y del mito para preservar parte de su identidad arcana?.