Muralismo en México, orígenes.
Por: Lic. Luis Guevara Negrete. Estudios en Comunicación.
Hablar del Centro Histórico de la Ciudad de México es el referente de un espacio que refleja importantes acontecimientos en la historia del país, aunado a que ahí precisamente se encuentran lugares emblemáticos en el desarrollo del arte de la nación.
Así en estas calles el visitante va a recorrer los vestigios de la grandiosa arquitectura de la civilización azteca, al lado de la majestuosa Catedral Metropolitana y las numerosas edificaciones civiles y eclesiásticas, con importantes acervos artísticos de la época virreinal hasta llegar a edificaciones de años relativamente recientes.
Uno de los movimientos artísticos que va a caracterizar al arte mexicano se da en las primeras décadas del siglo XX: el Muralismo y coincidentemente varias de sus piezas representativas se encuentran en edificaciones del Centro de la ciudad. De acuerdo con los estudiosos de arte, es una corriente compleja que busca abandonar la pintura tradicional y tener un alcance universal, creando un arte monumental.
Las autoridades educativas de esa época fomentan la utilización de espacios públicos otorgando las facilidades para que numerosos artistas plasmen sus inquietudes e intereses, así aparecen personajes como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, el Dr. Atl, Jean Charlot, entre otros.
De acuerdo con críticos de arte como Jorge Juanes, uno de los antecedentes de esta tendencia nos remonta a la época virreinal con la pintura mural que se plasmaba en los edificaciones religiosas, la cual era una forma de evangelizar representando escenas bíblicas. Esto se aprecia en la decoración de numerosos convento del siglo XVI con este tipo de representaciones. Así aparecen en estos murales las principales figuras y escenas religiosas al lado de otras figuras decorativas como aves y elementos arquitectónicos.
Dando un gran salto, llegamos a la alborada del siglo XX en la época postrevolucionaria, al estar concluyendo la lucha armada que se había iniciado en 1910 buscando la ansiada pacificación del país. Después de años de combates y avatares (hambrunas y una epidemia) que había sufrido la República Mexicana y que había causado la muerte de un millón de habitantes.
Así, las nuevas autoridades tratan de dar un impulso a la cultura mexicana con los valores que se remontan a la época prehispánica, según aprecian impulsoras de las figuras de esa época como la escritora Anita Brenner en su obra “Ídolos tras los Altares”, señalando que se está tratando de promover una reconstrucción nacional con un fuerte impulso social y nacionalista. Incluso Brenner destaca la formación de una estética revolucionaria que la caracterizaría.
Durante el gobierno del General Álvaro Obregón, en 1920 el Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, promueve que los corredores de los edificios públicos como el de la propia Secretaria “se decoren con grandes lienzos.” Impulsando así una nueva actitud hacia el arte.
En el año de 1922 se firman los contratos para la elaboración de murales y se realiza la obra de Diego Rivera “La Creación” en la Escuela Nacional Preparatoria con un complejo tema en su parte central se encuentra el Hombre o Panocrator, naciendo del árbol de la vida. En la parte superior de la obra aparecen figuras que representan la Justicia, la Prudencia y la Ciencia entre otras y dan como resultado una obra elaborada y que reúne elementos diversos que ya desde esa época fueron motivo de interés; sorprendiendo por las técnicas utilizadas en este mural y que va a ser una constante en la obra de Rivera.
En esa misma época, Roberto Montenegro realiza en el Antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo de la Ciudad de México “La Fiesta de la Santa Cruz” en la cual toma uno de los temas de la cultura mexicana, revalorando el arte popular que va a ser recurrente en sus trabajos. Plasma su visión de la celebración del tres de mayo que se llevan a cabo en las construcciones en curso que se llevan a cabo; especialmente es un festejo de los oficiales de albañilería. Así se entremezclan elementos religiosos y profanos, apareciendo toda una serie de personajes de la sociedad y cultura de México unidos en una meta común: la reconstrucción del país, en sus diferentes ámbitos.
El trabajo de Montenegro realizado en el antiguo espacio del Colegio Máximo, fundado por los jesuitas, sobresale gracias a su gran colorido y temática. A partir de esta década se inicia una etapa de grandes obras, las cuales van a dar lugar a una odisea del arte latinoamericano.