Subasta de carros narco en la vieja casa de los presidentes mexicanos
Mediodía de domingo, residencia de Los Pinos, vieja casa de los presidentes mexicanos. Una jauría de compradores ocasionales prepara sus paletas bajo una enorme carpa blanca. La subasta de carros va a empezar. La maestra de ceremonias explica las normas, el martillero bromea. Unas 400 personas, según la secretaría de Hacienda, se han registrado para participar. El doble o el triple disfruta -sufre- el sol del altiplano, tomándose fotos con las joyas del lote, que incluye decenas de vehículos de lujo. Ante todos, por encima de todos, figura un Lamborghini murciélago de 2007, encajado entre dos vehículos blindados de la policía.
Los carros están aparcados a menos de un kilómetro de la vieja residencia presidencial, acomodados entre jardineras, convertidos en lo mismo que son ahora Los Pinos. Un show, un espectáculo, los restos del poder. En la casa de los mandatarios, los visitantes se forman frente a la entrada, donde hay un escudo que dice Los Pinos. Allí se hacen la foto. Arriba, en la subasta, la foto es con el Lamborghini.
Muchos de los carros expuestos fueron decomisados a criminales en los últimos años. Otros, producto del rechazo de la nueva administración, acogida a una estricta política de austeridad. Vista la primera hora de la subasta, los menos apetecibles son los carros blindados, camionetas que salen a la venta por más de medio millón de pesos. De las primeras siete subastas, cinco se van desiertas.
No está claro de quién fue el lamborghini murciélago, aunque no parece haber formado parte de la flota de coches de los anteriores presidentes. ¿Fue de un narco? Y si lo fue, ¿de cual? Rodrigo Garrido, 33 años, se toma una foto con él. La gente se acerca. Le ven la paleta de subastero en la mano. Quizá piensan que está interesado. «Veníamos a ver si agarrábamos un carrito, pero están muy caros», dice. Enseguida se va, atosigado por las preguntas. «Es que este no es un carro normal. La gente viene y se hace la foto por el carro». Pero, ¿es más el carro en sí o el morbo de quién pudo haber sido su anterior propietario? «Yo creo que el carro», dice. «Aunque claro, si la gente sabe que fue de El Chapo Guzmán, pues se formarían todos».
Del 22 al 24 de mayo se exhibirán en el Complejo Cultural Los Pinos algunos de los vehículos que se subastarán. Los interesados pueden asistir con previa cita.
Un señor, experto en las subastas de la secretaría de Hacienda -ha ido a varias en los últimos meses en otros estados como Puebla o Oaxaca- explica que se dedica a comprar coches en este tipo de eventos, para luego venderlos. Viste jeans y playera oscura de manga larga que se sube hasta los codos. Lentes y zapatos negros. No quiere decir su nombre. Él y un amigo consultan la lista de los carros en subasta. «No, mire, esto ya se hace desde hace meses. Esta administración está vendiendo todo. Hace poco en Oaxaca sacaron 600 terrenos. Sí, terrenos también, ¡hasta piezas de oro he visto yo!». Del lamborghini, pese a su elevado precio -sale en casi millón y medio de pesos, 80.000 dólares- dice que «seguro que se va». Oiga y un carro tan particular, ¿no da miedo comprarlo? A ver si luego lo viene a buscar. «Ah, eso sí», dice. Luego calla y sigue con su lista.
Al margen de los demás, concentrado en su trabajo, Beto De la Mora narra la subasta con el títere de una rata en la mano, una rata negra con sombrero. Es la famosa rata politica, célebre personaje del ecosistema virtual mexicano. Beto está en vivo en Periscope, mientras la rata ofrece los carros en subasta. Hay quien ofrece cajas de chorizos, otros picos de gaviota, en clara referencia a la esposa del penúltimo presidente, Enrique Peña Nieto. Llegan frente a una camioneta Mercedes, valorada en decenas de miles de pesos. Beto y la rata gritan. «¿Cuánto dan, cuánto dan? Les llega la respuesta, «Jajaja, órale ¿una casa blanca? ¡Vendido!»
“Por Pablo Ferri. – El texto original de este artículo fue publicado por elpais.com en la dirección https://elpais.com/internacional/2019/05/26/mexico/1558904542_572125.html/