Las epístolas de la Princesa Diana
El intercambio epistolar es, o quizá debemos decir fue, un recurso que deja grandes testimonios. Las cartas de Henry Miller a Anaïs Nin o el intercambio de cartas de Umberto Eco y el Obispo de Milán, Carlo María Martini, son sólo dos ejemplos de lo que este medio ha dejado para la humanidad.
Recientemente varias cartas escritas por Lady Di salieron a subasta, las cuales fueron dirigidas a un mayordomo. Uno de los lotes que generó mayor expectativa fue la misiva donde la primera esposa del príncipe Carlos de Gales habla sobre sus dos hijos: los príncipes Guillermo y Enrique. Dicha carta se adjudicó por tres mil 200 libras esterlinas superando, por mucho, el precio de salida estimado.
Sin lugar a duda la corona británica es una de las monarquías que constantemente ha estado en el ojo de huracán. La muerte de Diana fue un acontecimiento que cimbró al mundo y el acontecimiento sigue siendo motivo de aparadores y dejando dividendos a los personajes cercanos a la princesa de Gales. En esta ocasión la subastas estuvo organizada por la casa Cheffins de Cambridge, la cual ofreció cuarenta lotes donde se incluyen masivas con textos de la madre Diana Di como los siguientes: “»Guillermo adora a su hermanito y se pasa el tiempo inundando a Enrique con un interminable suministro de abrazos y besos, ¡apenas deja que los padres se acerquen!”; o la redacción de la carta del 17 de octubre de 1992 en la que Diana explica que, aunque sus dos hijos lo pasan bien en el internado, “Enrique se mete constantemente en problemas».
Los objetos fueron subastados por los herederos de Dickman, que empezó a trabajar en el palacio de Buckingham durante la segunda Guerra Mundial y, según Cheffins, era uno de los empleados más apreciados por la familia real, e inspiró el personaje de Anthony Hopkins en la película «Lo que queda del día».
Durante el mismo evento También se subastaron otros objetos reales: fotografías de varios miembros de la realeza, tarjetas de Navidad firmadas por la reina Isabel II y su esposo, el príncipe Felipe, así como un pastel, todavía en su caja, de su boda en 1947.